jueves, 9 de diciembre de 2010

EL REFUGIO DE CARAVANAS




Un sufí de impresionante aspecto llegó a las puertas del palacio. Caminaba decidido y sin reparar en los guardias que custodiaban la entrada. Tan decidido iba y con tanta dignidad que nadie se atrevió a detenerle mientras se dirigía resueltamente hacia el trono, sobre el que se sentaba Ibrahim ben Adam, el rey de aquella comarca.
— ¿Qué es lo que deseas? -le preguntó el rey al verlo llegar.
— Un lugar donde dormir en este refugio de caravanas.
— Esto no es un refugio de caravanas. Es mi palacio.
— ¿Puedo saber quién lo ocupó antes que tú?
— Mi padre, que en paz descanse.
— ¿Y antes de él?
— Mi abuelo, también fallecido
— Y un lugar como éste, donde la gente se hospeda por un tiempo y luego se marcha… ¿dices que no es un refugio de caravanas?¡Todos estamos en la sala de espera!

El rey comprendió la sabia enseñanza de aquel monje peregrino. No sólo le hospedó gustosamente en su palacio, sino que durante el tiempo que allí permaneció, intentó aprender lo mejor de sus enseñanzas.

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