Planteo Central
Considero, que este “nuevo concepto” clínico (ataque de pánico) es otra prepotencia intelectual importada y canalizada a través de los discursos de las corporaciones farmacéuticas y médicas, en otro intento desmedido de garantizarse para sí el monopolio del saber y la tecnología.
La denominación “ataque de pánico” –rótulo pomposo y desesperante: “ataque” y “pánico”– es un término globalizado del “nuevo orden mundial”, importado, de moda, y lanzado por los medios –también monopolizados y listos a la caza de incautos con urgencias– que logró instalarse en el imaginario popular rodando por los consultorios médicos y psiquiátricos con “made in USA=verdad” que todos debemos repetir y hacer lucir como el “nuevo mal” del siglo presente, sería algo así como una enfermedad de moda, “fashion”, de la “época”.
Cuando profundizamos un poco más el tema, encontramos, como siempre, descripciones -importadas-, enlatadas sin mayores profundizaciones en los fundamentos teóricos psicopatológicos, pero con estadísticas -de desconocido origen- que intentan reafirmar el valor de la etiqueta diagnóstica por la cantidad, antes que por la calidad. Y como los actos debemos medirlos por los efectos, la consecuencia inmediata parece ser una “militarización medicamentosa” sostenida por los repetidores de siempre que caen sobre los incautos de turno. Es decir, una enfermedad fashion atada a una militarización medicamentosa que nos guía desde este pretendido “orden” mundial.
Seguidamente, intentaremos desplegar algunas argumentaciones teóricas, en un espacio reducido, desde nuestro modestísimo entender clínico y también con el objeto de abrir, en lo posible algún debate sobre tanta certidumbre impuesta.
El dramatismo de la nomenclaturas
La denominación “ataque de pánico” está extraída del DSM IV (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales), la encontramos en el capítulo referido a Trastornos de ansiedad, capítulo que incluye Crisis de angustia (panic attack) y Trastornos de angustia (panic disorder). Observaremos que el concepto que domina este “trastorno” de ansiedad está referido centralmente a la angustia, tema que ocupa un lugar importantísimo en el psicoanálisis, en cantidad y calidad.
Si tomamos la palabra “trastorno”, pareciera que estamos ante cierta conceptualización que se mide con algún patrón de normalidad, ¿estar angustiado nos coloca en la anormalidad de cierta adaptación?
La palabra ataque, es más simple de resolver: otro/a persona o cosa se nos viene encima para dañarnos, doblegarnos, vencernos o aniliquilarnos. Y pánico nos remite a una situación de descontrol casi total en el cual estamos totalmente a merced, casi al borde de la desesperación total en que nuestra vida pende de un solo y débil hilo. ¿Impactante, no?
Me pregunto si habrá alguna segunda intención en la nomenclatura de este “nuevo mal”, pues semejantes títulos ensayan una situación límite que nos arroja urgente y desesperadamente a las manos de algún profesional o medicamento que detenga semejante ataque. Es decir, rótulos inminentes y urgentes plantados en el origen de una concepción mortal.
No dejaremos de reconocer que el estado de angustia surge de un abismo, en apenas segundo y la situación displacentera requiere ser calmada apresuradamente, y que cualquier persona intentará rehabilitarse rápidamente. Aquí comienza la discrecionalidad clínica de quien diagnostica, desde una posición (¿filosófica?) respecto al sufrimiento del otro/paciente y desde una plataforma teórica que lo sustenta. ¿Es corporal o existencial la angustia?. De algo estamos seguro los analistas:" Es un efécto que no miente".
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