martes, 5 de julio de 2011

"Los países siempre nos aportan tesoros increíbles"

"Creo que un viaje a Oriente es fundamental en la formación de un ser humano. Ineludible, porque uno vuelve transformado", sostiene el profesor Osvaldo Svanascini, que se presenta como orientalista, poeta, miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes y artista plástico.
–¿Por qué Japón?

–El impacto no es tan fuerte, es un país sumamente ordenado. Uno puede poner en hora su reloj por la entrada y salida de los trenes, ¡siempre en horario! Todo es limpio, la gente educada y atenta, muy seria, siempre concentrada en lo que hace. Una anécdota: cuando viajamos con mi señora siempre nos alojamos en los ryokan, hoteles más económicos, aunque muy limpios y bien atendidos. Uno duerme en el suelo, sobre un tatami, especie de estera de fibra de bambú. En uno de los viajes, mi mujer perdió un recuerdo de infancia: una medalla que le dieron el día de su primera comunión y que usaba colgada del cuello. Al año siguiente nos alojamos en el mismo ryokan y lo primero que hizo la dueña fue entregarnos la medalla. "Olvidaron esto", fue todo lo que dijo con una sonrisa.

–¿Qué más recuerda de Japón?

–Hay cosas curiosas, al menos para gente como nosotros: melones, sandías y bananas son productos de lujo. Un melón puede valer 100 dólares, los presentan en estuches de madera como si fueran alhajas. Recuerdo una gran comida que un embajador ofreció en un hotel lujosísimo, donde a los postres, como broche final exquisito, presentó una mesa repleta de trozos de sandía. Y en uno de los viajes, al despedirnos, la dueña de un ryokan nos regaló algo maravilloso: ¡tres bananas!

–¿Algún personaje?

–Pude conocer al monje Daisetz Teitaro Suzuki, amigo de Thomas Merton, con el que publicó un libro muy profundo con sus diálogos en la ciudad de Nueva York. Suzuki hizo mucho para acercar la cultura japonesa a Occidente y en la colección Asoka publicamos su Introducción al budismo zen. 

–¿Cómo era Suzuki?

–Sumamente simpático y agradable. Un gran conversador, parecía amigo de todo el mundo, porque no le costaba ningún trabajo entablar un buen diálogo tanto con un doctor en Filosofía como con el botones del hotel. Me hacía acordar mucho a Borges, que también era un gran conversador.


No hay comentarios:

Publicar un comentario