domingo, 3 de julio de 2011

Alegrándonos por el mérito

La manera más eficaz de acumular mérito es alegrarnos del bien realizado por los demás. Pensamos en todas las acciones positivas cometidas por los Budas, los bodisatvas, por monjes y monjas, hombres y mujeres, por todos, por todo lo que se ha hecho a favor de la Iluminación, y nos alegramos por ello. Nos asociamos con ello si mentalmente nos regocijamos por tales acciones genuinas de forma que participamos completamente de las mismas, obteniendo por este motivo tanto mérito como ellos. Ésta es la forma suprema de acumular mérito.

Alegrarnos de las virtudes de los demás, regocijarnos por su práctica y por sus acciones positivas es la mejor manera de acumular mérito. A menudo, nos invaden los celos porque alguien practica mejor que nosotros, porque dedica más tiempo, porque parece entender el Dharma más fácilmente que nosotros, etc. Este tipo de pensamientos provocados por los celos nos hacen sentir incómodos y son sumamente negativos. De la misma manera que alegrándonos por las acciones positivas de otros nos asocia con ellos y nos conduce a la Iluminación, el abrigar resentimiento, celos y enfado al percatamos de las acciones positivas de los demás, nos separa de la Iluminación. Este tipo de emociones son obstáculos potenciales para nuestro progreso hacia la Iluminación porque, un día, madurarán nuestra práctica se verá interferida.
El problema es que tenemos unos ojos que por naturaleza miran hacia el exterior y por esto vemos las faltas de los demás. Pero esos mismos ojos son incapaces de mirar hacia dentro y ver lo que está sucediendo en nuestro interior. Tenemos una tendencia natural a mirar hacia fuera y criticar, juzgar y evaluar lo que vemos en el exterior. Hay un proverbio tibetano que dice: “Es fácil de ver la mosca en la nariz de la otra persona, pero ignoramos el caballo en la nuestra”.
Por eso, cuando empezamos a practicar realmente el Dharma, hemos de experimentar un importante cambio de perspectiva que implique cuestionarnos a nosotros mismos. Sin esta condición, es imposible cambiar: todo parece ir bien —no nos miramos a nosotros mismos—, estamos bien, no hay ningún problema y de esta manera no hay nada que cambiar. Entonces, un día, surge una duda: “Puede que haya algo que hacer”. Escuchamos el consejo del Dharma y empezamos a observarnos más detenidamente y en este proceso, descubrimos muchas cosas desagradables. Ésta es, necesariamente, una experiencia perturbadora. Surge un tiempo en nuestra práctica en el que no nos sentimos bien: cuando comprendemos lo que realmente somos. Éste es el momento en que nos miramos al espejo y descubrimos la suciedad de nuestra cara. Es parte del camino. El reconocimiento de lo que realmente parecemos; es un momento de honestidad y gran valor. Sólo a partir de ahí, podremos verdaderamente trabajar sobre nosotros mismos.

Guendun Rinpoche

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