sábado, 24 de septiembre de 2011

NO VIVAS, SACRIFÍCATE





La situación es muy absurda. Los padres se siguen  sacrificando por sus hijos;  el padre, la madre se sacrifican por los hijos. Ellos dicen: “Me estoy sacrificando por mis hijos”. Naturalmente se desquitan al decir esto porque mientras los padres se sacrifican por sus hijos, ellos lo que están  haciendo es destruir sus propias  vidas.  Ellos se desquitarán diciendo , y  lo dejarán  bien claro una y otra vez: “Me he sacrificado por ti. Conócelo bien, recuérdalo bien,  que he sacrificado mi vida, mi juventud, todo por ti”. Ellos a su vez tratarán  de persuadirte: “Haz lo mismo por tús hijos y luego los hijos persuadirán a sus hijos que serán tus nietos para que hagan lo mismo con sus hijos…” En consecuencia nadie vive jamás”. “ La sociedad  manda el sacrificio es bueno. Vivir para uno mismo es egoísmo”. A los hijos hay que darles las herramientas para que se desarrollen en la vida e indicarle ciertas conductas para que sean buenas personas, darles libertad para que eligan su camino. Lo que sucede es  que los padres tratan que sus hijos sean y logren los aciertos en la vida, que ellos no pudieron lograr. Vive tu vida auténticamente y así no tendrás la necesidad de desquitarte ni sentirás rencor contra nadie. Y una persona que no siente rencor contra nadie es una persona amorosa, compasiva, cordial y dadivosa. “OCÚPATE DE TI MISMO”. Las personas que no han   vivido su vida con plenitud, son personas de pésimo humor, rencorosas. Vive para ti mismo y vivirás para todos los demás, se real, auténtico. El futuro no tiene sentido es un truco, un truco para consolarte en el sentido de que,  aunque no lo tienes ahora lo lograrás, y entonces comienzan a florecer las esperanzas creadas por la mente para anestesiar tu vida. Se real auténtico, lo que el budismo enseña “Ver la realidad”, y serás muy feliz.





La capacidad de conciliar el sueño

Muchas personas tienen problemas para conciliar el sueño y el pensamiento da vueltas y vueltas impidiendo conciliar el sueño. Conciliar el sueño es un proceso pasivo. No es un acto activo (intencionado) de cerrar los ojos, sino los ojos se cierran. En términos "zen-budista" es el cambio de los duales de estar despierto y estar dormido. Este cambio (transición) sucede (ocurre) tanto más fluido (suave) cuanto menos ideas surgen y no perturban este cambio. Cuando las ideas que surgen y desaparecen al mismo momento.

Si el hombre logra reducir el aluvión de ideas por la unidad (que hay que aspirar) de surgimiento y la desaparición de las ideas, entonces los ojos se cierran (por sí mismo) y el hombre concilia el sueño. La disminución de las ideas sucede por el así llamado acto de vaciarse. Como una "herramienta" para vaciarse, los maestros de budismo zen crearon el Koan, una adivinanza (paradójica, absurda) que sólo se puede resolver más allá de los pensamientos (intelecto, ego). Por el Koan el hombre recibe la capacidad, o sea la aumenta, de soltar a los pensamientos. Se encuentra libre de las cosas y se relaja y fluye con las cosas. Tal Koan es, por ejemplo, el Koan Mu, cuyo modo de trabajar está descrito en esta página web bajo "La práctica del Koan Mu".

Es decir una persona que utiliza esta "herramienta del Zen" al intentar a dormir no tiene que padecer el “juego pesado” de las ideas en el que una idea lleva a la otra. En el que una idea como por ejemplo "el trabajo de mañana" lleva a una cadena de ideas "infinita". "¡Ay!, mañana tengo que trabajar, ¡maldita sea!, ¿qué pasará de nuevo?, y Pedro este idiota si me pone nervioso, esta vez recibe una respuesta que no se olvidará, por otro lado, él ya me ha ayudado, ¿yo que se?, todo el trabajo es pesado, pero lo que debería haber hecho, yo lo quiso así, ¿pero qué digo yo? ¡Hubiera  estudiado otra cosa!, ¿pero como?, mis padres no me lo permitieron” etc.

Por el acto de vaciarse el hombre suelta los pensamientos mas rápido por ejemplo cuando surge: “¡Ay!, mañana tengo que trabajar”. Se da cuenta mas rápido cuando se está construyendo una cadena infinita que lleva de una idea a la otra. Él hombre rompe la cadena en mas y mas partes. La hace mas y mas agujerada, mas trasparente. Él hace que la cadena se vuelve trascendente hasta al fin y al cabo la idea se desaparece al mismo tiempo en que está surgiendo, no importa si la idea sea "buena o mala". El Surgimiento y la desaparición son uno. La idea "¡Ay!" ya está desaparecida al momento en que se da cuenta de ella. Entonces el hombre ha partido la cadena en tantas partes que las piezas son la infinidad y esta infinidad (Mu, Dios, Buda) se reconoce como solo un pensamiento. En términos religiosos: Dios (Buda) es "sólo" un pensamiento.

El Koan Mu "en realidad" no es una “ayuda para dormir" sino para deshacerse de los pensamientos adheridos que separan el hombre del verdadero reconocimiento de las cosas. Sin embargo el interesado de Zen, que está "luchando" con el Koan Mu, debe que dormirse y despertarse con Mu. No separarse de Mu ni un momento con el fin de encontrar la solución del Koan Mu. La persona que consigue esto más y más, se entera de que estando despierto es un sueño. Que hay un despertar del estado de estar despierto. Reconoce que el hombre está durmiendo con los ojos abiertos y el sueño no termina hasta que abra los ojos, cuando se despierte. Él se da cuenta que la vida es un sueño y el que se despierta de este sueño está liberado de todo sufrimiento. "Similar" a un hombre que sueña con un "sueño malo", cuando se despierta y se da cuenta de que solo fue  un sueño y los sufrimientos del sueño ya no puede hacerle daño en el despierto.

El hombre que usa medicamentos para conciliar el sueño, "debe" ser consciente de que es necesario mantener la sensibilidad y percibir las señales (del cuerpo y) de la mente. Él debe mantener la capacidad de sentir lo que le pesa y que llevar consigo, porque cada pensamiento que surge es una indicación de su existencia. No hay que reprimir estos "mensajes" por las drogas. No hay que pasarlos por alto. No ignorarlos, sino experimentarlos, para soltarlos. Para ser uno con el pensamiento. Entonces, el hombre une dos estados (el surgimiento y la desaparición) a uno y supera el dualismo. Entonces no le molesta ni los pensamientos ni el ruido de los vecinos o de la calle. No se altera por nada. Se queda en su centro. Incluso su alteración es su calma. Él se apoya en sí mismo, incluso en la tormenta. 

Ralf Scherer

jueves, 15 de septiembre de 2011

Palabras, Eugen Herrigel

Ya en el transcurso de la primera lección comprendimos que seguir el sendero del arte sin artificio, el zen, no era cosa fácil. El Maestro empezó por mostrarnos varios arcos japoneses, explicándonos que su extraordinaria elasticidad se debía a su particular construcción y al material con que estaban hechos, el bambú. Pero según su opinión, lo más importante era que observáramos la noble forma que el arco (de más de un metro ochenta de longitud) adoptaba no bien era extendido y que resultaba tanto más sorprendente cuanto más se lo estiraba. Cuando se lo despliega en toda su extensión, nos explicó, abarca en sí el "universo"; de ahí que sea tan importante aprender a extenderlo adecuadamente. Luego, escogió el mejor y el más fuerte de sus arcos y, asumiendo una actitud ceremoniosa y digna, dejó volver varias veces a su posición original la cuerda levemente estirada. Este movimiento produce un agudo chasquido, acompañado de un profundo rasguido que, después de haberlo escuchado cierto número de veces, es imposible olvidar; tan extraño resulta, tan conmovedoramente se apodera del corazón. Desde la más remota antigüedad se le ha atribuido el secreto poder de ahuyentar los malos espíritus, y no me resulta difícil creer que esta interpretación se haya arraigado profundamente en el corazón de todo el pueblo japonés. Después de este significativo introito de purificación y consagración, el Maestro nos ordenó que lo observáramos atentamente. Hizo una muesca y colocó una flecha en el arco -extendiéndolo en tal forma que temí por un momento que no resistiera la tensión necesaria para abarcar el universo - y disparó la flecha. Todo esto no sólo resultaba conmovedoramente hermoso, sino que parecía haber sido ejecutado con muy poco esfuerzo. El Maestro nos dictó entonces sus instrucciones: "Ahora haced otro tanto, pero recordad que la arquería no tiene por objeto fortalecer los músculos. Cuando estiréis la cuerda, no debéis ejercer toda la fuerza de que vuestro cuerpo es capaz; antes bien, debéis aprender a dejar que sólo vuestras dos manos actúen, dejando relajados los músculos del hombro y del brazo, como si éstos contemplaran la escena sin intervenir en ella. Sólo cuando podáis hacer esto habréis cumplido una de las condiciones que logran que el acto de estirar el arco y disparar la flecha sean actos espirituales". 

Eugen Herrigel (1884-1955) nació en Heidelberg, donde estudió filosofía. En 1924 obtuvo una cátedra para enseñar historia de la filosofía occidental en Japón y aprovechó la estada para comprender el budismo zen a través del arte del tiro con arco. En 1929, al regresar a Alemania, escribió un breve relato sobre sus experiencias y despertó tanto interés que decidió ampliarlo. La primera edición de Zen en el arte del tiro con arco se publicó en 1953 y en poco tiempo se convirtió en un clásico. Aquí, un fragmento de la primera clase que el maestro Kenzo Awa (1880-1939) dictó a sus discípulos