sábado, 19 de marzo de 2011

La Filosofía Zen

El Zen cree en la iluminación repentina porque cree que sólo se requiere una determinada situación para despertarla y es como un relámpago, de pronto tomamos conciencia de la verdad, que ya estaba en nosotros, olvidada.La iluminación se alcanza en un instante porque ya estamos iluminados pero lo hemos olvidado y necesitamos recordarlo.La función del maestro Zen consiste en recordárnoslo, no en señalarnos un camino sino en brindarnos un recuerdo, tampoco nos aporta carácter o virtud, sino sólo conciencia e inteligencia para ayudarnos a despertar.
El Zen aporta una verdad totalmente nueva: la iluminación es instantánea
Existe una disciplina que sirve para despertar. Se llama “preparación”. La preparación no tiene nada que ver con el carácter pero sí con la conciencia.
Significa que hay que crear una circunstancia, un contexto que facilite el despertar.
Por ejemplo, meditar sobre una breve frase como: “No hagas caso”, la cual deberá recordarse en todas las situaciones posibles que le acontezcan a uno, pase lo que pase.
Es difícil, muy difícil porque todos nuestros apegos están en juego, la vida puede estar en peligro, la tranquilidad puede desaparecer, la seguridad se puede evaporar, nuestros seres queridos pueden desaparecer.
Pero siempre hay que relajarse y recordar: “No hagas caso” porque no hay nada seguro, nada estable como creemos, en este mundo de cambio.
Se necesitan lograr sólo dos cosas: una es tomar conciencia de que no poseemos nada, podemos usar todo pero no poseemos nada; y dos, relacionarse con las personas pero no involucrarse en ninguna relación, porque eso es esclavitud.
Relacionarse es amar a las personas; permitirles ser libres y mantenernos nosotros libres; no intentar dominarlos y no permitir que nos dominen. Involucrarse es ser posesivo, celoso, pretender dominarlos y ser a la vez sus esclavos.
Cuando vivimos relacionados pero no involucrados y además con la conciencia de que nada poseemos, los pensamientos desaparecen y lo esencial sube a la superficie. Lo esencial es el silencio. Esa experiencia es liberadora y sagrada.
Esta meditación tan simple, la de no hacer caso, genera el contexto necesario para el despertar, ya no somos los mismos de antes, volvemos a nacer iluminados y allí recién comienza la verdadera religión y el estado natural de meditación.
Porque la verdadera meditación sólo es posible cuando uno está iluminado. No se obtiene la iluminación con la meditación, es al revés, la iluminación nos permite estar siempre en estado meditativo, plenamente concientes de nosotros mismos.


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