sábado, 19 de marzo de 2011

Jiddu Krishnamurti 1895-1986

Amigos,  no voy a tejer una teoría intelectual. Hablaré de mi propia experiencia, la cual no nace de ideas intelectuales, sino que es real. Por favor, no piensen en mí como en un filósofo que expone un nuevo conjunto de ideas para que el intelecto de ustedes pueda hacer malabares con ellas. Eso no es lo que voy a ofrecerles. Más bien, quisiera explicar que la verdad, la vida de plenitud y riqueza interna, no puede ser realizada por intermedio de otra persona, mediante la imitación o mediante alguna forma de autoridad.
Casi todos nosotros sentimos, ocasionalmente, que hay una vida verdadera, algo eterno, pero en los instantes en que sentimos esos momentos  tan raros, eso que parace eterno  retrocede más y más dentro del trasfondo y nos parece cada vez menos una realidad.
Y bien, para mí existe esa realidad, una realidad viviente y eterna, llámenla Dios, inmortalidad, eternidad o como quieran llamarla. Existe algo viviente, creativo, que no puede ser descrito, porque la realidad elude cualquier descripción. Ninguna descripción de la verdad puede ser duradera, porque sólo puede ser una ilusión hecha de palabras. Uno no puede conocer el amor mediante la descripción de otro; para conocer el amor, uno mismo debe experimentarlo. No podemos conocer el gusto de la sal hasta que hemos probado la sal por nosotros mismos. Sin embargo, gastamos nuestro tiempo buscando una descripción de la verdad, en vez de tratar de descubrir la manera de realizarla. Digo que no puedo describir, no puedo poner en palabras esa realidad viviente que está más allá de toda idea de progreso, de crecimiento. Cuídense del hombre que trata de describir esa realidad viviente, porque ésta no puede ser descrita; debe ser experimentada, vivida.

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