viernes, 29 de octubre de 2010

"Los Tres Señores Del Materialismo"

El budismo tibetano utiliza una metáfora muy interesante para describir las funciones del ego; se refiere a ellas como «los Tres Señores del Materialismo»: «el Señor de la Forma», «el Señor de la Palabra», y «el Señor del Pensamiento». En nuestra consideración de los Tres Señores que ofrecemos a continuación, los términos «materialismo» y «neurótico» definen la actividad del ego.

El Señor de la Forma es la búsqueda neurótica de comodidad, seguridad y placer físicos. Nuestra sociedad altamente organizada y tecnológica refleja nuestra preocupación por manipular el ambiente físico a fin de protegernos de las irritaciones de los aspectos crudos, ásperos e impredecibles de la vida. El ascensor, la carne troceada, envuelta en celofán, el acondicionador de aire, el inodoro, el entierro privado, la jubilación asegurada, la iluminación fluorescente, el horario de nueve a cinco, la televisión, son todos ejemplos de nuestro intento de crear un mundo manejable, seguro, predecible, placentero.

El Señor de la Forma no representa las condiciones de vida segura y de riqueza física en sí mismas. Se refiere más bien a las preocupaciones neuróticas que nos impulsan a crear esas condiciones, a tratar de controlar la naturaleza. Es la ambición que tiene el ego de afianzarse y entretenerse a sí mismo en su intento de evadir toda irritación. Así, nos aferramos a nuestros placeres y posesiones, tememos el cambio o forzamos el cambio, intentamos construir un nido o un jardín de recreo.

El Señor de la Palabra se refiere al uso del intelecto para relacionarse con el mundo. Adoptamos una serie de categorías que nos sirven de asideros para manejar el mundo. El producto más complejo de esta tendencia son las ideologías, los sistemas de ideas con los cuales racionalizamos, justificamos y santificamos nuestras vidas. El nacionalismo, el comunismo, el budismo, todos nos proveen de una identidad, normas de conducta y explicaciones del cómo y por qué de lo que sucede.

Pero, otra vez como antes, el intelecto como tal no es el Señor de la Palabra. El Señor de la Palabra representa la tendencia del ego a interpretar todo lo que lo amenaza o irrita, de tal manera que el ataque parezca neutralizado o transformado en algo “positivo” desde el punto de vista del ego. El Señor de la Palabra se refiere al uso de los conceptos como filtros para protegernos de la percepción directa de lo que es. Tomamos los conceptos con demasiada seriedad, los usamos como instrumentos para consolidar nuestro mundo y nuestro yo. Si existe un mundo de cosas nombrables, entonces «Yo» existo como una de esas cosas nombrables. No queremos dar lugar a ninguna duda amenazadora, incertidumbre o confusión.

El Señor del Pensamiento al esfuerzo que hace la conciencia por mantenerse consciente de sí misma. El Señor del Pensamiento reina cuando hacemos uso de las disciplinas espirituales o psicológicas como un medio de mantener nuestra autoconciencia, de aferrarnos a nuestro sentido del yo. Las drogas, el yoga, la oración, la meditación, los trances, las varias clases de psicoterapias, todas pueden utilizarse de esta manera.

El ego puede apropiarse ilícitamente de cualquier cosa para uso propio, incluso de la espiritualidad. Por ejemplo, si uno se entera de alguna técnica contemplativa que sea beneficiosa como práctica espiritual, entonces el ego comienza por considerarla meramente como un objeto fascinante, y luego como objeto de estudio.

Finalmente sólo podrá imitarla, porque el ego es como si fuera algo sólido que no puede absorber nada. Así, el ego trata de estudiar y remedar las prácticas de la meditación y de la vida contemplativa. Cuando conseguimos aprender todos los trucos y las respuestas del juego espiritual, buscamos producir automáticamente una mímica de la espiritualidad; porque el compromiso verdadero, la verdadera espiritualidad, nos exigiría la eliminación del ego y, en realidad, lo último que quisiéramos es renunciar al ego.....

También obtiene cierto sentido de triunfo, de gran hazaña, cierta excitación ante el hecho de haber recreado dentro de sí mismo el patrón de la experiencia que imita; por fin ha producido un logro tangible, que le confirma su propia individualidad.

Una vez que reforzamos exitosamente nuestra autoconciencia mediante técnicas espirituales, creamos nuevos impedimentos al crecimiento espiritual genuino.

Chogyam Trungpa

LA LEY DEL KARMA

En el budismo, la conexión causa-efecto se conoce como ley del karma. Todo lo que pensamos, decimos y hacemos-o dejamos de hacer- tiene sus consecuencias. Hasta el pensamiento más fugaz, la palabra más simple, el más pequeño gesto, todo tiene sus efectos. Nuestra conducta anterior nos ha conducido a las actuales circunstancias. La tensión corporal expresa la verdad del karma, así como nuestro cuerpo guarda el registro de nuestro pasado. Si nos falta alguna cualidad en nuestra vida es porque no lo introdujimos previamente, sin una causa en particular no podemos esperar el resultado correspondiente. De la misma manera,  nuestras acciones en el presente determinan nuestra felicidad futura. Aunque quisiera intentarlo nadie puede arreglarnos la vida. La gracia no nos llega de afuera, sino de nuestro interior.

Es fácil confundir karma con destino. Y decimos “Oh, ése es mi karma”, mientras suspiramos con resignación. Esta respuesta tiende a eximirnos de nuestra responsabilidad, como si dijéramos  “en realidad no es mi culpa”. La raíz de la palabra karma es “kr”, que significa hacer, realizar o llevar a cabo. Karma se refiere a motivación, y también a resultado. Si la motivación de los pensamientos es impura, será imposible lograr un resultado positivo. Una intención negativa socava  el valor del ser humano y causa sufrimiento innecesario a todos, no puede  producir un resultado constructivo. Sólo una actitud positiva puede, eventualmente, generar un resultado positivo.

Dado que nuestra conducta tiende a ser una mezcla de intenciones positivas y negativas, puede resultar difícil distinguir los efectos de nuestros actos. Sin embargo, si aprendemos a seguir nuestras motivaciones en sus desvíos y logramos enderezarlas una y otra vez, con el tiempo obtendremos los resultados deseados. Los actos madurarán según como fueron realizados. Sus resultados revelan nuestra intención. Si las cualidades del cuidado y  la atención focalizada  son parte de un proyecto, seguramente se manifestarán en los resultados.  Nuestro buen karma se multiplicará geométricamente en la medida que otros se beneficien de nuestra obra y que los resultados perduren. “Karma positivo significa sabiduría en acción”





viernes, 22 de octubre de 2010

CUENTOS SUFÍES del MULLAH NASRUDIN


“Dicen que hace mucho tiempo, en uno de los zocos más importantes de Bagdad, el imán Nasrudín, abrió una tienda donde su única mercancía era exclusivamente dos loros encerrados en la misma jaula. Uno tenía un plumaje espectacular lleno de vivos y relucientes colores y que además cantaba maravillosamente, mientras que el otro estaba en un estado calamitoso y permanecía mudo. El primero estaba valorado en cincuenta monedas de oro y el segundo en ¡tres mil!
Un hombre que pasaba por delante de la tienda, atraído por los trinos del loro cantor penetró en el recinto, lo primero que observó, fue a Nasrudín que dormitaba plácidamente arrullado por la melodía incansable de aquel pájaro maravilloso, lo segundo que le llamó la atención fue la diferencia de precio que había entre aquellas dos aves. Despertó con suavidad a Nasrudín y dirigiéndose a él le dijo:
- Disculpad mi atrevimiento al sacaros de vuestro ensimismamiento, desearía compraros ese magnífico loro cuyo canto no deja de asombrarme, aquí tenéis las cincuenta monedas de oro, ¡contadlas por favor!
- Imposible, no puedo vender los dos pájaros por separado – le respondió Nasrudín.
- ¿Pero, por qué?
- Se morirían de pena si los separase.
- Bien – dijo el comprador – pero ¿cómo explica usted una diferencia en el precio tan exagerada? Pues, el más feo cuesta infinitamente más que el más bello y, además ¡no canta!
- -¡No se equivoque usted, mi señor, el loro que usted encuentra feo y deplorable, es el compositor!”
Zoco: En Marruecos y el norte de Africa es el lugar donde se celebra un Mercado
El sufismo es una religión mística de origen persa con raíces en el Islam, aunque hay quienes lo consideran incluso anterior a éste. Es la religión de la inmediatez. Su filosofía es la de lo relevante en el aquí y el ahora. Son devotos de lo absurdo y detractores de los dogmas. Su búsqueda es la de la verdad que sólo se encuentra mirando adentro de uno mismo, porque nada está afuera, aunque se esté en el mundo.
Conscientes de la imposibilidad de transmitir su sabiduría mística en lenguaje común, adoptaron el uso de la parábola poética para indicar que la verdad de La Vida yace detrás de sus múltiples apariencias. Los personajes de sus historias son casi siempre los mismos maestros que han corrido siglos de aventuras. Nasrudin, por ejemplo, el malhumorado Mullah, se supone fue en la realidad un maestro que vivió en el s. XIII en Persia y que se convirtió en uno de los más típicos de los llamados “Sabios Tontos”: independientes, ingeniosos, surrealistas, cuyo talento es la supervivencia, porque para sobrevivir se requiere estar atentos a La Vida.

                                                       

ME HAN CONTADO

Una vez, un hombre viajó por todo el mundo buscando a la mujer perfecta. Ël quería casarse, pero ¿cómo iba a poder aceptar a un modelo imperfecto?. El quería a una mujer perfecta: Regresó después de haber desperdiciado toda  su vida porqué no pudo encontrarla: Entonces, un día un amigo le dijo: - Ahora ya tienes setenta años y has buscado toda tu vida. ¿No pudiste encontrar a una sola mujer perfecta?. El hombre contestó: - Sí, una vez encontré a una  mujer perfecta.- ¿Y qué sucedió?-. El hombre dijo entristecido: -¿Qué sucedió?. Esa mujer estaba buscando al hombre perfecto, así que no sucedió nada.

RECUERDA, EL IDEAL DE PERFECCIÓN ES UN IDEAL EGOÍSTA

lunes, 18 de octubre de 2010

EL MAESTRO Y EL DISCÍPULO



Hay que precisar que para practicar el budismo Mahayana y el Vajrayana es imprescindible tener un maestro cualificado, es importante que pertenezca a un linaje puro y que tenga auténticas cualidades como la compasión, que no dé importancia al éxito o al fracaso, al beneficio o la pérdida, a las alabanzas o las críticas, al placer o al dolor, es decir que sea ecuánime, que tenga paciencia y que sea incansable en el trato con sus discípulos y en difundir el Dharma.  


Tradicionalmente en Tibet antes de llegar a una verdadera relación maestro-discípulo se esperaba un periodo de 9 años en el que el discípulo observaba las cualidades del maestro durante 3 años, el maestro las capacidades del discípulo otros 3, y se observaban mutuamente otros 3. Solo entonces surgía el compromiso entre ambos.

En el Tibet se dice NO EXAMINAR AL MAESTRO ES COMO BEBER VENENO.


NO EXAMINAR AL DISCÍPULO ES COMO SALTAR A UN PRECIPICIO.

viernes, 15 de octubre de 2010

LA IMPERMANENCIA

Entender la impermanencia enciende nuestra pasión por explorar aun más nuestro potencial. Se considera que el hombre vive en promedio unas cuatro mil semanas. Es como si viviéramos un tiempo prestado y un reloj de arena invisible midiera los días dejando caer los granitos ¿Cuántos días nos quedan?. Cada vez nos queda menos tiempo. Estamos seguro que vamos a morir, lo que no sabemos es cuando ni como. Nuestra respiración nos une a la vida. Un día, después de haber inhalado varis veces, exhalaremos por última vez y ese será el fin  de esta vida. Toda vida tiene un plazo. Todo momento- sobre todo este- cuenta.

La impermanencia quizá sea la principal característica de la existencia humana. En nuestra vida diaria, los buenos y los malos momentos viene y van. Los niños crecen y los adultos envejecen. La vida se perpetúa en infinitos ciclos. Todo tiene un comienzo, un centro y un final, cada comienzo contiene su propio fin y cada fin encierra la promesa de un nuevo comienzo. Nada permanece tal como es ahora: el presente no vuelve. Parte del arte de vivir es poder comenzar bien cada momento, centrar la atención, soltarse gentilmente y, luego, despedirse dándole a cada instante sus propias cualidades.

Un día que no concluyó adecuadamente proyectará los elementos no procesados al día siguiente. Quizá sea algo que descuidemos o pasamos por alto, o un sentimiento que no hemos podido sentir, cualquiera sea su forma, los elementos del día no resueltos nos acompañan como un equipaje molesto. La frustración de hoy obedece a causas que ocurrieron en el pasado, si tampoco cuestionamos nuestro desengaño, éste se convierte en otro resto de experiencia antigua que va apilándose en una esquina. 

viernes, 8 de octubre de 2010

Tener Paciencia No Significa “Tragarse Sapos”


Estamos viviendo una creciente paradoja: la vida moderna, con sus medios de comunicación cada vez más veloces, viene requiriéndonos tener más y más paciencia. Si pensamos que estamos ganando tiempo al aplicar la tecnología moderna en nuestro vivir cotidiano, es mejor reconocer que de esta manera hemos perdido la habilidad de lidiar con nuestro tiempo interno: estamos cada vez más impacientes.

Queremos que nuestro mundo interno, nuestras emociones, sentimientos y percepciones, fluyan con la misma velocidad máxima de Internet… Como no toleramos esperar el tiempo natural de la maduración de nuestras emociones, sufrimos el dolor de la impaciencia: semejante a una quemadura interna, ardemos de ansiedad!

Intuitivamente, sabemos que algo no va bien, pero como tenemos la urgencia de librarnos de la prisa interna cada vez más estimulada por la aceleración de los acontecimientos, no tenemos más tiempo para sentir, comprender y transformar nuestras emociones.

Sufrimos una gran paradoja; cada vez que producimos más en el mundo externo, creamos menos en el mundo interno. Podemos estar ganando más tiempo y espacio a nuestro alrededor, pero tenemos que admitir que estamos perdiendo la habilidad de lidiar con nuestro tiempo y espacio internos.

Paradoja es una contradicción, algo que ocurre al contrario de lo esperado. Todos nosotros, con  la inocente esperanza de vivir mejor, asumimos más compromisos de los que podemos y después nos sorprendemos con problemas más serios e inesperados de lo que imaginábamos enfrentar. Cuando las cosas no funcionan de acuerdo a nuestras expectativas, tenemos cada vez menos paciencia, nos tornamos más rígidos y cansados


Por que continuamos en esta rueda viva si ya tenemos conciencia de sus consecuencias? Creo que parte de nuestra confusión interna está en el hecho de que comprendemos erróneamente la virtud de la paciencia. Por ignorancia,  insistimos en un esfuerzo insensato. Por ejemplo, quien no confundió ya la experiencia de creer que estaba teniendo paciencia cuando en realidad estaba tragando sapos?

En cuanto confundimos autocontrol con la capacidad de reprimir nuestros sentimientos, en lugar de conocerlos, estaremos corriendo el riesgo de tolerar lo que no es para ser tolerado! En ciertas situaciones adversas, podemos pensar que estamos teniendo  paciencia, cuando, en verdad, estamos apenas sobrecargando. Soportamos el sufrimiento externo a costillas de mucho sufrimiento interno.

Ser paciente no significa sobrecargarse de sufrimiento interno, ni en estar vulnerable o ser permisivo con relación a las condiciones externas. Tener paciencia no es ser víctima pasiva de la desorganización ajena. No es útil, por ejemplo, tener paciencia en una situación en la que estemos siendo espiados.

Según la psicología del bhudismo tibetano, tener paciencia es la fuerza interior de no dejarse llevar por la negatividad. Tener paciencia es escoger mantener la claridad emocional cuando el otro ya la perdió. En este sentido, tener paciencia es decidir  mantener su mente limpia, libre de la contaminación de la rabia y del apego.

En tanto,  no basta tener una intención clara en cuanto a nuestras elecciones, es preciso desenvolver la fuerza interior para sustentarlas. En este sentido, no basta comprender racionalmente lo que es tener paciencia, es preciso cultivarla  interiormente. Tenemos que admitir que el tiempo del que precisamos para madurar una comprensión emocional es mucho mayor de aquel del que necesitamos para su comprensión racional.

Según el Bhudismo Tibetano, hay tres tipos de  Paciencia:

1-     No molestarse con prejuicios inflingidos por otras personas, esto es no inquietarnos cuando somos intencionalmente provocados y heridos.
2-     Aceptar voluntariamente el sufrimiento para sí: si alguien demuestra tener rabia de usted, usted no debe responder con rabia; o, si alguien lo lastima o insulta, usted no debe devolver, pero sí comprender que la otra persona no tuvo control sobre sus emociones.
3-     Ser capaz de soportar los sufrimientos propios del desenvolvimiento espiritual.


Inicialmente, podríamos evaluar estos tipos de paciencia como un estado de cobardía o de sumisión aparentemente masoquista. Si,  al no reaccionar delante de una provocación, y estuviéramos apenas intentando contener nuestra rabia en vez de buscar como transformarla, acabaremos por explotar y nos tornaremos rencorosos. En cuanto al autocontrol excesivo que niega nuestras necesidades internas, el autocontrol saludable no reprime los sentimientos: lidia directamente con ellos.

LAMA GANGCHEN notó que para nosotros los occidentales, la palabra paciencia está contaminada por un sentimiento de soportar una dificultad, al revés de estar asociada a la intención de libertarnos de ella. Entonces, él sugiere que cambiemos la palabra paciencia por espacio. La próxima vez que usted piense: “Necesito de paciencia con fulano”, diga para si mismo: Necesito crear un espacio entre fulano y yo”.  No se trata de distanciarse de alguien, como una fuga, pero si recuperar su autonomía emocional.

AUTOCONTROL sobreviene del auto-conocimiento. Una vez que sabemos reconocer nuestros límites, seremos capaces de no perder el control simplemente por respetarlos. Sabremos el momento cierto de parar, cuando no tememos más sentirnos impotentes delante de los hechos, pues, al reconocer nuestros límites, aprendemos que “dar un golpe a la punta del puñal” nos herirá más. Esto no quiere decir que nos convertiremos en unos cobardes. Al contrario, por medio de la paciencia, conseguimos desenvolver una auto-imagen capaz de confiar en la capacidad de seguir al frente de una manera segura y continua, sin necesitar luchar contra el mundo. La posibilidad de cultivar la paciencia  sobreviene de la fuerza de ir más allá de la negatividad, al revés de interactuar con ella.

Para saber si estamos practicando verdaderamente la paciencia, podemos observar cuánto nuestras palabras y comportamiento han herido a los otros. Del mismo modo, estaremos lastimándonos menos si respetamos la necesidad natural de tener tiempo y espacio para estar con nuestras emociones, sean positivas o negativas.