viernes, 15 de octubre de 2010

LA IMPERMANENCIA

Entender la impermanencia enciende nuestra pasión por explorar aun más nuestro potencial. Se considera que el hombre vive en promedio unas cuatro mil semanas. Es como si viviéramos un tiempo prestado y un reloj de arena invisible midiera los días dejando caer los granitos ¿Cuántos días nos quedan?. Cada vez nos queda menos tiempo. Estamos seguro que vamos a morir, lo que no sabemos es cuando ni como. Nuestra respiración nos une a la vida. Un día, después de haber inhalado varis veces, exhalaremos por última vez y ese será el fin  de esta vida. Toda vida tiene un plazo. Todo momento- sobre todo este- cuenta.

La impermanencia quizá sea la principal característica de la existencia humana. En nuestra vida diaria, los buenos y los malos momentos viene y van. Los niños crecen y los adultos envejecen. La vida se perpetúa en infinitos ciclos. Todo tiene un comienzo, un centro y un final, cada comienzo contiene su propio fin y cada fin encierra la promesa de un nuevo comienzo. Nada permanece tal como es ahora: el presente no vuelve. Parte del arte de vivir es poder comenzar bien cada momento, centrar la atención, soltarse gentilmente y, luego, despedirse dándole a cada instante sus propias cualidades.

Un día que no concluyó adecuadamente proyectará los elementos no procesados al día siguiente. Quizá sea algo que descuidemos o pasamos por alto, o un sentimiento que no hemos podido sentir, cualquiera sea su forma, los elementos del día no resueltos nos acompañan como un equipaje molesto. La frustración de hoy obedece a causas que ocurrieron en el pasado, si tampoco cuestionamos nuestro desengaño, éste se convierte en otro resto de experiencia antigua que va apilándose en una esquina. 

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