Mientras sigamos un método espiritual que nos prometa salvación, milagros y liberación, estaremos atados por la cadena de oro de la espiritualidad. Es posible que esa cadena nos embellezca, con sus incrustaciones de piedras preciosas y su delicada orfebrería, pero no por eso dejará de aprisionarnos.
Todas las promesas que hemos escuchado no son más que seducción. Pero, ¡Qué sorpresa darnos cuenta que no va a ser así!. Es una decepción muy grande comprender que deberemos trabajar sobre nosotros mismos y nuestro sufrimiento y que no podemos depender de un redentor. Darnos cuenta de que tenemos que abandonar nuestras expectativas, en vez de construir algo sobre el cimiento de las ideas preconcebidas. Debemos permitir que se produzca esa decepción, porque decepcionarse significa renunciar al ego.
Esa serie de decepciones nos incita a abandonar la ambición. Nos vamos desmoronando cada vez más, hasta que al final tocamos fondo y nos relacionamos con la cordura fundamental de la tierra.
Lo que hay es un espacio inmensamente abierto. Uno es el emperador del universo porque uno es un grano de arena, en el todo. El mundo es muy simple, y además es muy digno y abierto, porque la inspiración proviene de la decepción, que es algo que está libre de la ambición del ego.
Chögyam Trungpa