miércoles, 2 de abril de 2014

"EL ESTRÉS DE LAS GRANDES CIUDADES"


Es la conclusión de estudios hechos por investigadores estadounidenses y australianos.

La ciudad siempre ha sido el motor de la vida intelectual. Pero sabemos poco de cómo actúa sobre nuestro cerebro.
Investigadores estadounidenses y australianos han comenzado a poner de relieve que el simple hecho de vivir en un ambiente urbano tiene efectos sobre nuestros procesos mentales. La ciudad está tan desbordante de estímulos que debemos redirigir constantemente la atención para no ser distraídos por cosas sin importancia como los letreros luminosos intermitentes o los fragmentos de conversaciones. La vida urbana también puede conducir a la pérdida del control de las emociones. Los expertos demostraron que la violencia doméstica era menos frecuente en los departamentos con vista a la naturaleza que en aquellos que dan a paisajes de hormigón. Los embotellamientos y los ruidos imprevisibles también inciden en el aumento de los niveles de agresividad.  Un cerebro cansado de los estímulos de la ciudad es más susceptible a enfurecerse. Pero el césped no es suficiente para nuestro bienestar. En un artículo reciente, Richard Fuller, ecologista de la Universidad de Queensland, Australia, demostró que los beneficios psicológicos de un espacio verde están estrechamente vinculados con la diversidad de su flora. Cuando un parque está bien concebido, puede mejorar el funcionamiento del cerebro en pocos minutos. No volveremos al campo mañana, pero quizá podamos aprender a construir ciudades que sean menos agresivas.

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