jueves, 6 de junio de 2013

SER CONCIENTES DE NUESTRA CONCIENCIA

Hay una historia acerca de un hombre que lucha con un oso que puede leer la mente de su oponente, de modo que siempre sabe lo que el hombre va a hacer. Es por ello que la única alternativa que tiene éste de vencer al oso consiste en realizar un movimiento en el que antes no haya pensado. Lo mismo ocurre en el caso de un Maestro Zen, alguien muy conciente de todas nuestras insinceridades ya que puede leer nuestro interior como si se tratara de un libro abierto, una situación, por cierto, en la que resulta muy dificil ser auténtico. Imaginen, en este sentido, que organizamos un grupo de terapia en el que se trata de cuestionar todo lo que se dice o se hace, de modo que todo el mundo debe estar dispuesto a verse puesto a prueba y a afrontar la ansiedad quede ello se derive. Pensar en el pensamiento y ser conciente de ser conscientes es lo que en japonés se denomina "el yo obsevador". Al observase de continuo a Sí mismo, uno se torna conciente de su propia desesperación. El precio que pagan los seres humanos por ser conscientes de sí mismo es la ansiedad y la culpa. La ansiedad es la que nos lleva, por ejemplo, a preguntarnos; "¿Cerré la estufa al salir de casa?". Creo que lo hice pero la verdad es que tengo mis dudas al respecto porque ya se sabe cómo es la memoria. Lo mejor será que vuelva a comprobarlo, "Ya he vuelto y lo he comprobado, pero ¿lo habré hecho bien?. Ya se sabe que el inconciente puede llegar a alterar nuestras percepciones. lo mejor será que vuelva a comprobarlo de nuevo". Pero, de ese modo, nos quedamos atrapados en un círculo vicioso, en un bucle de retroalimentación que nos impide alejarnos de casa, "el precio que debemos pagar por el logro de la capacidad de ser conscientes de nuestra conciencia".

                                                                                Alan Watts


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